martes, 4 de octubre de 2011

Inyectame amor.-

Apago el cigarro, que se quema en mis dedos, una vez más.
Ya ni siento cómo se siente el calor en sí mismo.
Creo que ya están adaptados a la nada, a ese espacio sin fin.
El ruido de la heladera carburando, me estorba.
El silencio también lo hace, pero de la manera más cruel: recordando y añorando.
Mis sentidos se vuelven más vulnerables.
Las paredes que me rodean me sofocan, me intimidan, me estresan.
Cada tanto intentan derribarlas, haciendo de mí una piedra dura y tan frágil a la vez.
Cada tanto le doy una brisa, al sol, a la luna, al viento.
Sólo dejo que ellos pasen a mi esotérico mundo.
Pueden tornarse molestos cada tanto pero su esencia no se dispersará jamás.
Y de repente el silencio me encontraba, de hecho siempre me encuentra..
Y ahí es dónde quiero desaparecer.
Con un abrazo, un beso, una caricia, una sonrisa, con tan poco y nada me conformo, patético.
“Y a la vez le escapás”, me susurraron alguna vez.
Habrá que ser desalmada, respondí.
“El bocho a veces te lo pide, el corazón te lo exige”.
Las emociones colapsan, y ahí es donde no sabés por cuál vereda caminar.

Esa mujer perpiscua necesita resarcir un corazón abrumado, que a pesar de todo sonríe.




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